Espiritualidad Mariana: Padre Emilio Sotomayor

Las constituciones afirman que nuestro padre Emilio Sotomayor Luque, ha querido que la Santísima Virgen sea nuestro Modelo de amor y de unión íntima con Dios.  Ella, nos ayuda a encarnar al Verbo, primero en nosotras y luego en los demás. El amor a la Santísima Virgen María distingue de manera especial nuestra vida Espiritual. (Const. 6 y 7)

El amor a María es herencia de nuestro padre Emilio: muchas veces lo vimos en la capilla al pie de la imagen de la Virgen María, como un enamorado que dialogaba con esta madre querida que llevaba muy en el corazón. Siempre hablo con Ella, siempre nos invitó amarla; siempre nos presentó como Modelo y quiso que Ella estuviera en el corazón de nuestra espiritualidad.

A Ella dirigía constantemente su pensamiento y sus palabras: “Madre de los Dolores, todo lo podéis ante Dios. Os pido dispongáis mi corazón para el perdón. Os pido me ayudéis a reparar con mi vida, ojalá de santo, mi triste vida pecadora. Soy vuestro hijo y vuestro esclavo de amor, tened compasión de mi”.

Dos advocaciones de María sobresalieron en su afecto filial; como consecuencia natural de sus preferencias. El padre Emilio, sacerdote intachable y sin dobles que amó y practico la virtud de la pureza con exquisitez, era natural que gustara invocar a María como la Inmaculada Concepción. Ante su imagen, en la capilla, oró muchas horas como hijo deseoso de parecerse a su Santísima Madre.

El padre Emilio, amante de la cruz del Señor, sentía la necesidad de mirar a María, junto a la cruz como Dolorosa, su imagen identificaba el cuarto donde habitaba y era ocasión de diálogos permanentes con Ella, su madre, su consejera su guía.

Esta devoción no estuvo nunca, en el padre Emilio, separada de su amor a Jesucristo. Precisamente por eso, por ser la madre de Jesús, la amó. El nos vino por María, decía, Ser fieles al espíritu del fundador es profesar a María, un amor comprometido; es tener en el alma ese sello Mariano que llega a impregnar nuestras acciones, nuestras obras nuestra vida toda. Es ver en Ella el camino seguro para llegar a Cristo, es tomarla como modelo e imitarla; es propagar su devoción y colocarnos amorosa y confiadamente bajo su protección y amparo.