La total dedicación de nuestro Padre Emilio al Servicio de Dios y del prójimo, su ardiente caridad. Su humildad. Su vida de oración hizo que lo admiráramos como a un hombre totalmente de Dios, digno de nuestro respeto, cariño y adhesión filial. La santidad y unión con Dios le sirvieron como rica fuente de gracias para la congregación, puesto que la mayor cercanía a Cristo da un mayor poder de intercesión.

Toca a nosotras entender que, lo importante no está en lo que el fundador hizo, sino en sus intenciones y sus ideales. No es la actividad, sino el espíritu lo que cuenta. El pasado no es ley para el presente, sino medio a través del cual las Religiosas podemos descubrir nuestra vocación permanente.

Su santidad unida a las palabras de Jesús en el evangelio debe ser fuente permanente de inspiración e imitación para las sucesivas generaciones. Primero la mirada puesta en el que nos llamó a esta aventura, Jesús; luego en el fundador que nos ayuda a comprender ese evangelio mostrándonos que si es posible una vida gastada con alegría al servicio del reino.
Tomado del manual de Espiritualidad pag. 53